En la actual tendencia de avanzar en el empleo de las energías renovables, la energía solar térmica tal y como indican estudios como el de Cetelem y su utilización en la generación de agua caliente en instalaciones tanto unifamiliares como colectivas, tales como bloques de viviendas, residencias de la tercera edad, polideportivos, campings, establecimientos hoteleros, es una de las funciones prácticas que previsiblemente más podrán usarse dentro del marco urbano para achicar la emanación de gases contaminantes y bajar la subordinación de los combustibles fósiles.
Una instalación de energía solar térmica concentra el calor del Sol acumulado en unos paneles llamados colectores y la propala, bien al agua corriente que utilizamos en nuestras casas para ducharnos, fregar, entre otras cosas, bien al fluido usado para calefaccionar mediante radiadores o suelo radiante. Es por tanto, un dispositivo que condensa y transmite el calor del Sol desde un sitio a otro, sin generar electricidad en ningún caso.
Los colectores captan el calor y lo acumulan por el efecto invernadero generado en la parte interna de la placa, al aislamiento del medio exterior, y a la facultad de absorción de los cuerpos.
Paneles, módulos, colectores, placas solares son palabras que acostumbran a usarse como si fueran lo mismo, aunque a las placas que se utilizan en térmica se los denomina convencionalmente ‘colector solar’. Se hallan colocadas por lo general en el tejado y son útiles para captar el calor producido por el Sol.
Una instalación fotovoltaica está conformada por un artefacto generador, integrado por una extensión de paneles solares fotovoltaicos, un termostato de carga, un grupo acumulador y un inversor. En las horas de recalentamiento, los paneles fotovoltaicos producen electricidad en forma de corriente continua que es almacenada en los acumuladores. En los momentos de consumo de energía, los condensadores suministran ésta electricidad, teniendo que ser convertida en corriente alterna por el inversor a los receptores.