A pesar de las discusiones bizantinas en las que se enfrascaron durante años expertos de todo el mundo hoy en día hay un consenso generalizado: el cambio climático existe y es muy grave.
La tierra ha experimentado variaciones globales en su clima desde el principio de los tiempos, es algo natural, pero en estos últimos años esas variaciones han aumentado drásticamente debido al modo de producción del hombre y su desenfrenado consumo energético.
El Tercer Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) alertaba en 2001 que los cambios regionales en el clima, especialmente el aumento de la temperaturas, estaban afectando negativamente a la tierra.
La temperatura ha aumentado aproximadamente 0,6°C en el siglo XX y se prevé que aumente durante el siglo XXI entre 1º y 5ºC. El nivel del mar ha crecido de 10 a 12 centímetros: subirá entre 9 y 88 cm durante el siglo XXI, incrementando los fenómenos de erosión y salinización en áreas costeras, entre otros males.
Predicciones futuras
Habrá una alarmante carestía de agua potable que afectará tanto al consumo directo humano como al indirecto, es decir, a la agricultura. Ésto acabará con hectáreas de cultivos y reducirá la calidad de los existentes, provocando hambrunas y muertes por desnutrición a las que se sumarán las provocadas por catástrofes naturales como inundaciones, tornados, huracanes, sequías y las olas de calor.
La Organización Mundial de la Salud advierte que el cambio climático afectará a la salud de millones de personas ya que aumentarán la propagación de enfermedades infecciosas, el desarrollo de otras asociadas a la falta del agua o a su mala calidad, la desnutrición y la deshidratación.
Diariamente desaparecen para siempre especies vegetales y animales,algo que se incrementará en los próximos años ya que los hábitats cambiarán a tal velocidad que numerosas especies no podrán adaptarse a tiempo, otras migrarán entrando en conflicto con las existentes en esas regiones y otras experimentarán un crecimiento desmesurado, como los mosquitos, que alcanzarán magnitud de plaga, algo que ya está ocurriendo en algunas comunidades autónomas españolas.
No estamos hablando de la película Soylent Green, desgraciadamente hablamos de la realidad. Y si los menos concienciados socialmente lo ven lejano ya que creen que afectará sólo a los países menos desarrollados no puedo menos que sacarlos de su error: esos países caerán primero, sí, pero otros como España caerán después, ya que nos encontramos al sur de Europa y en la cuenca mediterránea, lugar que se verá especialmente afectado por la carestía del agua.
Efecto invernadero
Hay una relación directa entre el cambio climático y la emisión de gases de efecto invernadero; ésta ha aumentado un 30% en menos de un siglo y se prevé que como continúe a este ritmo antes del año 2050 las concentraciones de dióxido de carbono se habrán duplicado con respecto a las existentes antes de la Revolución Industrial.
La naturaleza se ve incapaz de equilibrar las emisiones artificiales de C02 y de otros gases como el el metano (cuya emisión se ha incrementado un 145%), el óxido nitroso (aumento del15%) o de encajar la emisión de otros como los Clorofluorcarbonados y los compuestos perfluorados.
Tenemos que concienciarnos realmente ante este grave problema ya que en la actualidad, muchas de las consecuencias del cambio climático son irreversibles e inevitables. Por ello debemos intentar minimizar su impacto realizando un consumo responsable de los recursos existentes, incrementar el ahorro energético,cambiar el estilo de vida y los hábitos de consumo feroces, así como optar por las energías renovables frente a las fósiles.
Centrales termosolares y efecto invernadero
Las centrales termosolares españolas no contribuyen al efecto invernadero ya que no emiten dióxido de carbono. Según el Ministerio de Medio Ambiente, las centrales termosolares contribuyeron en 2010 a que las emisiones verificadas de gases de efecto invernadero disminuyeran en un 11,3% en relación con 2009.
Un interesante artículo publicado por cambioclimático.com matiza esta información aportando datos reveladores; las centrales termosolares evitaron en ese mismo año una emisión a la atmósfera de 1.107.180 toneladas de gases de efecto invernadero (GEI). Según la Asociación Española de la Industria Solar Termoeléctrica el mix de electricidad con combustibles fósiles fue de 24.843 GWh producidos con carbón, 7.969 GWh producidos con derivados del petróleo o gas natural y 25.604 GWh generados con ciclos combinados de gas natural. Entre las tres formas de producir energía suman 58.416 GWh.
Cada kWh (kilovatio por hora) producido por centrales que aprovechan combustibles fósiles supone una emisión media a la atmósfera de 0,56 kilogramos de dióxido de carbono (la producción de un kWh en una central de carbón supone la emisión de 0,961 kilos de C02; la de un kWh en centrales de petróleo o gas, 0,828 kilos de C02; y la de un kWh en una central de ciclo combinado, 0,372 kilogramos de gases de efecto invernadero).
Puede que el futuro nos esté alcanzando, pero está en nuestra mano evitar que nos destruya totalmente.